sábado, 17 de noviembre de 2012

Mirar por donde piso

Me encantaría poder tomarme un expreso, pero no me gusta el café, así que me deleito con mi té verde en una de las terrazas con calefacción aérea en la Piazza dei Duomo. A la derecha la catedral, imponente, detrás las galerías Vittorio Enmanuel y de fondo, la música de las cuatro estaciones de Vivaldi, como el que no quiere la cosa.

No nos dejan entrar con maletas para ver el Duomo por dentro, así que estamos haciendo turnos. Por fin viene mi compañero de viaje y con él llega mi turno para entrar en la catedral.

Entrar en una iglesia siempre me sobrecoge y si es una catedral la sensación se multiplica. Il Duomo, Domus Dei, la Casa de Dios. Dicen que es la más larga, la segunda más alta de Europa, enorme por dentro... Sí, imponen tan exageradas dimensiones y, cuando me siento impresionada e inquieta, suelo mirar al suelo.
¡Es precioso! Es suelo está cubierto por baldosas con motivos florales en blanco, rojo y negro, también de dimensiones generosas. Me reconcilio conmigo misma, con el arte y con la belleza; a partir de esas baldosas levanto poco a poco y tímidamente la vista para admirar y empaparme de todo lo que me regala el Duomo. Paseo durante media hora por las cinco naves. Antes de salir por la puerta, me giro y admiro los 45 metros de altura sobre cogedora que hay hasta el techo. Es imponente. Tanto alarde de poderío me deja muda. Por fin salgo y en silencio llego hasta la terraza donde está lo que queda de mi té. Sigue sonando música clásica italiana por algún altavoz oculto.
Una vez más, el arte me deja sin palabras.

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